viernes, 9 de octubre de 2015

Cuba y su economía subterránea



Desde un viejo buró de caoba negra, computadora de segunda generación armada a pedazos y una calculadora china, Remberto (nombre cambiado), mueve de un sitio a otro miles de sacos de frijoles, arroz o cartones de huevos como si fuese un corredor de Wall Street.

Remberto no viste trajes de cinco mil dólares ni tiene la mirada intensa de Gordon Gekko en la saga El dinero nunca duerme. Probablemente nunca haya escuchado el nombre de George Soros, el financista de origen húngaro que en 1992 provocó la quiebra del Banco de Inglaterra.

Pero en esencia, el trasiego clandestino de alimentos que maneja Remberto es similar al de un bróker de la bolsa. Aprovechando las diferencias de precios del mercado estatal y privado, el burócrata habanero obtiene ganancias que rondan los 70 mil pesos mensuales (alrededor de 3 mil dólares). Una ganga para un lobo de la bolsa, pero una fortuna para un tipo que oficialmente devenga un salario inferior a los 25 dólares.

¿Cómo y por qué lo haces?, le pregunto a Remberto mientras bebe una cerveza en un discreto bar privado al oeste de La Habana. “Casi todos los administradores y directivos de almacenes de insumos y alimentos buscan las fisuras financieras y legales para hacer plata. Técnicamente no le robo al Estado. Deposito la cantidad de dinero equivalente a los productos que trasiego hacia mercados, bodegas o comedores escolares y sociales. El truco es otro. Sacar ventaja de los precios diferentes en los agromercados estatales y de la oferta y demanda”.

En cada operación, por la izquierda, ingresa 50 o 60 mil pesos. En un mes efectúa cinco o seis movimientos. “Por supuesto, el dinero no es solo para mí. En este engranaje hay que mojar a mucha gente. El director de la empresa, personal de contabilidad, choferes que trasladan la mercancía y los custodios del almacén. Todos reciben dinero. Unos más que otros”, señala Remberto.

Les describo el perfil de un directivo corrupto. Viste jean de marca, reloj automático de 150 dólares o más, reside en una casa remozada y equipadas con todos los artefactos de la vida moderna y posee un auto adquirido con las ganancias de sus desfalcos.

En el bolsillo porta el carnet rojo del partido comunista. Tiene un par de amantes (es de buen gusto), le encanta la buena mesa y beber ron, whisky y cerveza de primera.

Tres veces al año se aloja en un hotel todo incluido y a diario, como si fuera un ventrílocuo, repite la jerga delirante y mecánica de los funcionarios de la autocracia verde olivo.

El enemigo número uno de estos parásitos, que copan las estructuras del Estado en la Isla y se aprovechan de la escasez para mover los hilos de la distribución de alimentos, se llama Gladys Bejerano, Contralora General de la República.

Al grupo de inspectores de la Contraloría, Remberto le dice Los Intocables. “Bejerano es una especie de Eliot Ness, el tipo que metió preso a Al Capone por evasión de impuestos. La gente de su oficina te monta una auditoria sin previo aviso. Pero en Cuba es tanta la corrupción, que algunos altos directivos nos avisan antes. Por precaución, siempre es bueno tener dos controles de contabilidad. El oficial, limpio y exacto, y otro por donde salen el robo y los trucos financieros que duermen en casa”.

Según Remberto, los mecanismos de control estatal están diseñados para combatir la corrupción a baja escala. “A los ladrones de cuello blanco con altos cargos nadie los persigue. Los que tenemos el gardeo somos los de abajo, a pesar que mantenemos con dinero a la crápula que manda. Eso forma parte del juego. Cuando caes en desgracia, si no chivateas a nadie, otros directivos te mantienen a la familia. Esto es como la mafia. Se mueve por clanes e intereses”.

En ocasiones, los márgenes de ganancias son de centavos, como ocurre con los huevos. Su precio oficial es de un peso y diez centavos cada uno. En otros productos, los dividendos son más amplios.

“Pero siempre se gana. Los frijoles cuestan 8 pesos la libra en el mercado estatal y a los particulares se les venden a 10 u 11 pesos la libra. Ellos después los revenden a 13 o 15, depende si es frijol negro o colorado. Así ocurre con todos los productos. El truco está en los precios diferenciados. En el caso de las carnes de puerco y carnero, además del precio diferenciado, las ganancias se producen por la merma”, explica Remberto.

La prensa oficial, a ratos, publica sobre la desarticulación de redes en centros de acopio y almacenes del Estado, con funcionarios y empleados que van a parar tras las rejas. “Por cada red que desarticulan, cinco siguen funcionando. La corrupción es parte del sistema. Es endémica”, confiesa Remberto.

El mercado negro en Cuba se alimenta del desfalco y desvíos de centros estatales. El latrocinio comienza desde el mismo momento que arriba un buque extranjero a un puerto de la isla.

Los hoteles y centros turísticos son otros eslabones que nutren la economía sumergida y los negocios privados. El jefe de almacén de un hotel asegura que “una parte significativa del queso gouda, carnes y bebidas sale de los centros turísticos. Sobre todo de hoteles todo incluido, donde es más difícil supervisar los gastos”.

La meca del mercado negro es La Habana. Se vende más y a mejor precio. Desde leche en polvo a jamón ibérico.

Iván García
Foto: Vendedor ambulante en La Habana. Tomada de Cubaencuentro.

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