lunes, 27 de abril de 2015

Jurel para el pueblo, langostas para los turistas





Cuando comenzó el runrún de que por la libreta de racionamiento venderían un libra de pescado, en lugar de pollo, como desde hace años viene ocurriendo, la mayoría de la gente se mostraba escéptica. Otros pensaban que se trataba de una burla.

Yo no lo creí hasta que salió publicado en el periódico Tribuna de La Habana, en la sección de la distribución de productos de la Empresa Provincial de Comercio: “Pescado congelado, 1 libra con cabeza y cola para todos los consumidores”.

También por estos días empezaron a vender jurel liberado a 25 pesos la libra (1 cuc) en algunas pescaderías de la capital. En el caso de Lawton, donde ya no existen estos establecimientos, lo ofertaban en el bar Xonia, en Dolores y 16.

El comentario de la población era que estaba muy caro, además de que no estaba fresco.“Parece que las cosas empezaron a mejorar”, comentó irónicamente un hombre al salir de la carnicería, después de una cola de 3 horas para comprar un jurel que pesaba una libra.

Las largas colas se deben a que hace algún tiempo, ante el inminente peligro de derrumbe de algunas bodegas y carnicerías, los consumidores han sido reagrupados. Pero hubo compradores que no tuvieron tanta suerte: el carnicero, para completar el peso, picaba el pescado por la mitad, longitudinalmente, provocando protestas.

En la revista Mar y Pesca número 408 de junio de 2014, página 38, aparece la siguiente propaganda: “COPMAR, distribución de productos alimenticios para la canasta básica, educación, salud y otros sectores priorizados”.


Le mostré la página a varios vecinos y conocidos, pero todos coincidieron en que no recordaban haber visto ni mucho menos comprado alguno de ellos en la carnicería. Unos pocos, eso sí, reconocieron una o dos latas de sardinas o atún, pero de la shopping.

A pesar de que Cuba posee una amplia zona pesquera, hace muchos años que los cubanos apenas tenemos acceso al pescado de mar, pues la pesca individual está virtualmente prohibida.

Hoy en día, en las pocas pescaderías que quedan en la capital, solo se venden especies de agua dulce, fundamentalmente claria y tenca, que saben a tierra. Por la poca aceptación que tenía el picadillo de estas especies, ahora lo venden saborizado, pero hasta los gatos lo rechazan.

Desde mucho antes de las intervenciones realizadas durante la llamada Ofensiva Revolucionaria, el usufructo de nuestros mares y zonas pesqueras (como el del resto de los recursos del país) fue monopolizado por el gobierno comunista, que comercializa los frutos del mar hacia Europa, Asia y Canadá a través de la compañía exportadora Caribex SA, una sociedad mercantil privada.



Según Mar y Pesca de febrero de 1999, por medio de la entidad Pesca Caribe se abastece al turismo a través de las cadenas hoteleras y restaurantes, y a los mercados de todo el país que operen con divisas. Y desde septiembre de 1998, en la piscina del aeropuerto José Martí se venden langostas vivas a los turistas, a 25 dólares el kilogramo. El slogan publicitario estampado en el envase dice: “Viaje con su reina con el máximo de calidad y garantía”.

Es importante aclarar que ya desde antes de 1959, en Cuba existía una industria nacional de mariscos y pescados (Mariscos del Caribe, SA), que tenía plantas procesadoras en Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud), Surgidero de Batabanó y La Coloma.

En la página 778 de la enciclopedia Libro de Cuba (edición conmemorativa del centenario de la independencia 1902-1952), se dice que Mariscos del Caribe contaba con una flota pesquera compuesta por barcos de 30 y 50 toneladas construidos en el país por cubanos.

Pero la principal diferencia con la realidad actual en la Isla, reside en que dicha empresa no sólo exportaba, sino que fue capaz de satisfacer la demanda de la población cubana incluso durante los duros años de la Segunda Guerra Mundial.

Texto y fotos: Gladys Linares
Cubanet, 13 de enero de 2015.

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