miércoles, 18 de marzo de 2015

El negocio estatal del monopolio



En el mercado de la Avenida 26 y Calzada de Puentes Grandes hay un estante con turrones españoles sin vender. En las neveras se amontonan decenas de pavos congelados, quesos importados y embutidos a precios de escándalo.

En el anaquel de equipos electrónicos, un televisor Sony de 32 pulgadas llama la atención de los clientes, pero al ver el precio, 766 pesos convertibles (cuc), la gente sigue de largo.

Consumidores habituales como Adrián, quien temporalmente labora en Costa Rica, intrigado, pregunta si el Estado cubano tiene una política comercial coherente.

No lo parece. Un mes después de las Navidades, seguían ofertando turrones a 4 cuc, pavos congelados entre 48 y 55 cuc y artilugios electrónicos pasados de moda al triple de su valor en cualquier tienda de Miami.

La Habana no es Ginebra. Como promedio, la gente gana 20 dólares mensuales. Y si muchos pueden llegar a fin de mes sin demasiadas preocupaciones, es gracias a las remesas enviadas por parientes al otro lado del charco o por lo que han podido robar en alguna dependencia estatal.

Pero si usted visita la agencia de automóviles Peugeot, en Vía Blanca y Primelles, se quedará boquiabierto y sin aliento al ver los precios estratosféricos de los autos en venta.

Coches de segunda mano entre 17 y 25 mil cuc y un Peugeot 508 en algo más de 263 mil cuc, unos 300 mil dólares al cambio en la Isla. “Con esa plata uno se compra un Ferrari o un Lamborghini”, dice Diosdado, trabajador de un garaje contiguo y quien un año después de la autorización por parte del régimen de la venta de coches, no deja de indignarse ante los prohibitivos precios.

En 2014, el gobierno de Raúl Castro hizo un chiste de mal gusto cuando en la prensa anunció que con los fondos recaudados por las ventas de vehículos, se adquirirían ómnibus nuevos para el transporte urbano.

“Fue la broma del año. Tengo entendido que solo se ha vendido una veintena de autos y motos, casi todos de segunda mano. Creo que la política del gobierno es aparentar apertura, pero en el fondo el negocio es no vender”, señala un empleado de la agencia.

Navegar por internet en una sala de Etecsa cuesta 5 dólares la hora. A pesar del precio, en varias salas de La Habana hay colas. “No vengo a por placer. Estoy gestionado un contrato de trabajo en Brasil. De otra manera, jamás pagaría ese precio”, acota Daniel.

En 3ra. y 70, un supermercado de Miramar donde suelen hacer sus compras diplomáticos y funcionarios, Samanta, jinetera, le pide al carnicero varios cortes de de carnes de res de primera.

En un carrito metálico, desbordado de carnes, latas, golosinas y productos de aseo, ha consumido 177 cuc, el salario anual de un profesional. “No tengo otra opción. Si no pagas estos precios abusivos en los mercados del Estado, no comes carne de res. Gracias a Dios, tengo suerte en mi negocio”, dice la prostituta habanera.

Según un trabajador de un almacén estatal, “da pena ver cómo se echan a perder alimentos en los almacenes. O están repletos de mercancías con poco movimiento de venta. A pesar de eso, el Estado no baja los precios, es la ventaja de tener un monopolio en las ventas”.

Cualquier persona o negocio que afecte ese monopolio, se lanza la voz de ataja. En 2013 se prohibió la venta de ropa y las normas aduaneras acosan el trasiego de ‘mulas’ desde Miami, Ecuador o Caracas.

La pregunta que se hace Regino, jubilado, es si el nuevo giro diplomático entre Cuba y Estados Unidos podría redundar en una rebaja en los precios.

“He estado cuatro veces de visita en Miami. Un televisor de pantalla plana ronda los 200 dólares y 450 una buena computadora. En Cuba un televisor de plasma supera los 800 dólares y un ordenador, que es una antigualla, frisa los mil. Es una locura. No hay bolsillo que aguante. Por eso nunca se va acabar el tráfico de mercancías desde la Florida. Espero que después del 17 de diciembre, el gobierno haga una rebaja de precios y le quite el 'impuesto revolucionario' que Fidel le puso al dólar. De lo contrario, no tendría sentido toda la hoja de ruta trazada por Obama”, razona Regino.

De momento, la autocracia verde olivo no tiene una estrategia en su parrilla de salida que beneficie al consumidor. La lógica en Cuba siempre gira en dirección contraria.

Iván García
Foto: Tomada de Cubanet.

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