lunes, 13 de octubre de 2014

Reparto eléctrico: violencia y pornografía


Hace aproximadamente dos años abrió sus puertas la discoteca del Reparto Eléctrico. Los niveles de violencia en los llamados “bailables populares”, que antes se celebraban en un área abierta aledaña, no han disminuido.

Por el contrario, hasta la fecha, ya suman tres las muertes de adolescentes en riñas y ajustes de cuenta, relacionados con el raro ambiente en el lugar.

No solo asesinatos, sino además asaltos y violaciones de mujeres, se unen a la relación de crímenes que mantienen preocupados a los vecinos de esta localidad, considerada por la policía entre las zonas más violentas y marginales de La Habana.

A diario, pero sobre todo los fines de semana, jóvenes, muchos de ellos menores de edad, de Mantilla, El Calvario, La Güinera, Párraga, Las Guásimas y de otras barriadas cercanas, se reúnen en el local que antes fuera un cine, abandonado años atrás primero por la ausencia de programaciones fílmicas atractivas, para una población de muy bajo nivel cultural, y luego clausurado por el deterioro del edificio, cuyos alrededores, con timbiriches para la venta de cigarros, rones y cervezas a granel, son el paraíso de vagos y borrachos.

Desde finales de la tarde hasta bien entrada la madrugada, la discoteca se convierte en una zona de tolerancia al delito, donde el expendio de bebidas alcohólicas a niños es uno de peores males.

Oscuros alrededores, desolados pasillos de edificios, matorrales y callejones cercanos, las hileras de garajes improvisados que se alzan tras los inmuebles, más la ausencia de control por agentes del orden, han propiciado el crecimiento de verdaderas “cofradías” de delincuentes que actúan sin ningún tipo de contención.

El lugar es conocido por ser el sitio donde cualquiera puede adquirir todo tipo de fármacos y drogas. También se ha convertido en un punto de distribución e intercambio de pornografía infantil y juvenil producida en el propio Reparto Eléctrico, fenómeno que ha desatado una ola de violencia entre las personas implicadas, al punto de que se presume que, no hace apenas un par de meses, haya sido el móvil de un asesinato: a la salida de la discoteca, el de un joven de 19 años y, días después, el de otro de 21, y que al principio fueron confundidos con asaltos.

Testigo de uno de los hechos, Joan Linares González, de 27 años, afirma que pudo ver cómo la primera de las víctimas discutía con otro joven, porque lo había visto distribuir un video pornográfico donde aparecía su novia.

Quien suscribe estas líneas pudo presenciar, en los bajos de un edificio, muy próximo a la discoteca, una riña con armas blancas entre dos muchachos de apenas 20 años, que discutían a raíz de haber descubierto que uno de ellos distribuía entre amigos una filmación privada.

Según nos comenta Lieny Sanabria, de 17 años, que asiste con frecuencia a la discoteca, en varias ocasiones se le han acercado y le han propuesto dinero para que participe en películas porno. Ella ha reconocido a varios de sus amigos de escuela en imágenes que algunos portan en sus celulares.

Yoeldis García, de 25 años, describe el modo en que cualquiera puede obtener estos materiales: "Es fácil. Entras y cuando veas a cualquiera que venda discos en blanco, lo llamas y ya. Son 10 fulas. Por 20 te llevas a la jevita".

La indiferencia de las autoridades esconde, sin lugar a dudas, un alto grado de complicidad con la delincuencia. Esto ha disparado otros delitos como robos con fuerza en casas y apartamentos y golpizas a personas que pasan casualmente por el lugar cuando a altas horas de la noche retornan del trabajo.

La zona se ha vuelto tan insegura que no es aconsejable transitar por las calles después de la medianoche, ni siquiera para sacar la basura ni asomarse a los pasillos de los edificios, donde los delincuentes esconden las armas blancas en los jardines o en los basurales.

Durante las peleas callejeras, pocas veces interviene la policía o llega demasiado tarde, cuando los médicos o enfermeras del policlínico cercano se ven obligados a llamarlos por un hecho de sangre de consecuencias fatales.

A pesar de los cientos de testigos de cualquiera de los sucesos que van convirtiéndose en costumbre, muy pocos se arriesgan a testificar, previendo represalias. Y porque se va tornando proverbial la ineficacia de las autoridades.

Texto y foto: Ernesto Pérez Chang
Cubanet, 8 de agosto de 2014.

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